Día Séptimo
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Oración para todos los días
Acto de Contrición
Dulce Jesús mío y mi crucificado Señor, indigno de ponerme delante de tus ojos, me postro avergonzado a tus pies, confesando la multitud de mis culpas, con íntimo dolor de mi alma por haberte ofendido.
Herido vengo, médico divino, a buscar mi remedio en tu benigna misericordia, y te propongo con todo mi corazón la enmienda.
Dulce amor mío eres sobre todas las cosas, ten piedad de mí; acuérdate, Señor, que tu amor por mí, te puso en esa Cruz y no te acuerdes que yo, como ingrato y desconocido, me olvidé de tu paternal amor.
Si a Ti, que eres mi Padre, no vuelvo los ojos, ¿quién otro se compadecerá de mí? ¡Señor Jesús cómo te ofendí!
¡Quién de dolor muriera a tus pies, pues amándome tanto me atreví a ofender a un Dios tan bueno, tan santo y tan amable!
Pequé, Padre mío, contra el cielo y contra Ti, ten misericordia de mí.
AMÉN.
Oración preparatoria para todos los días
María Purísima del Milagro, con tierno amor te inclinaste a pedir a tu Soberano Hijo, cuando enojado por nuestras culpas, quiso destruir la ciudad de Salta con aquellos espantosos terremotos.
Tú, cual otra hermosa Ester, puesta delante del Supremo Rey de los Cielos, mudando de colores, pediste por la libertad de este pueblo. Concédeme, Madre mía del Milagro, que de tal suerte cambie mi vida, que si hasta aquí he caminado por los caminos de mi perdición olvidado de mi Dios y Señor, de hoy en adelante sólo reine en mi corazón tu maternal amor.
Y que corresponda yo, amante y agradecido, a las obligaciones de hijo de tal Madre. No permitas, Madre mía, que se vea malograda en mí tu poderosa intercesión que todo lo puede conseguir, si no apartas tus purísimos ojos de este miserable pecador.
Concédeme lo que te pido en esta novena, si es para mayor honra y gloria tuya, y bien de mi alma.
AMÉN.
(Se rezan tres Avemarías en honor a la Pura y Limpia Concepción del Milagro).
1 Jn 3, 14-18 / Evangelio según san Juan 15, 9-17
Oración
Mira, Dios mío; mira a tus pies un ingrato a quien creaste para el paraíso, pero que tantas veces, por miserables placeres, te ha negado y ha preferido ser condenado al infierno.
Espero que Tú hayas perdonado todas las ofensas que te hice, de las cuales me arrepiento de nuevo y quiero arrepentirme hasta la muerte. ¡Deseo que me las perdones todavía! Aunque Tú me hayas perdonado, no por esto será menos verdad que tuve la audacia de llenarte de amargura, Redentor mío, que para conducirme a tu Reino me has dado la vida.
¡Bendita y glorificada sea para siempre, mi Jesús, tu misericordia! Tú con tanta paciencia me has sufrido, me has colmado de gracia y de luces y mil veces me has llamado a Ti.
Veo, mi amado Jesús, que quieres que me salve; deseas que entre a tu Reino para amarte eternamente; pero antes quieres que te ame en este mundo.
Sí, quiero amarte; y aún cuando no hubiere paraíso, mientras viva, te amaré con todas mis fuerzas y con toda mi alma. Me basta saber, Dios mío, que deseas que te ame.
Jesús, asísteme con tu gracia, y no me abandones. Mi alma es inmortal: me hallo en la alternativa, o de amarte siempre o de detestarte por toda una eternidad.
¡Quiero amarte siempre!, y amarte lo bastante en esta vida, para amarte en la eterna lo que debo. Dispón de mí como te plazca; corrígeme como Tú quieras, pero no me prives de tu amor; haz después, de mí, lo que te parezca. ¡Jesús mío! tus méritos son mi esperanza.
¡María, toda mi esperanza la pongo en tu intercesión! Tú me has librado del infierno cuando yo estaba en pecado. Ahora quiero ser de Dios; hazme santo y sálvame.
Dulcísimo Señor del Milagro, perdona mis pecados, y libra, por tu misericordia, a la ciudad de Salta y a tus devotos de todo castigo.
Concédenos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, tu dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro.
AMÉN.
Atributo de María: Puerta del cielo
Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el séptimo atributo que simboliza tu original pureza, es la Puerta del Cielo.
Eres Puerta Celestial, por cuya intercesión entran al paraíso de la gloria, los hijos de Adán que acaban esta vida en gracia.
Concédeme, Madre mía, el que si este año fuese el último de mi vida, se aparte mi corazón de los cuidados de este mundo, y con la luz de tus auxilios busque solo el sosiego de mi alma en mi dulce Jesús, para que, cuando llegue la muerte temporal, merezca estar dispuesto para acabar mi vida en el beso de mi Señor, y entre por Ti, Puerta resplandeciente, a la Patria dichosa de la gloria.
AMÉN.
(Se pedirá lo que se desea conseguir)
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Oración a la Virgen del Milagro
Soberana Emperatriz de los cielos y la tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en esta, tu elegida ciudad, en la cual muestras tu amor, mírame con semblante risueño. Aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable.
Creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo; porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, Él les muestra especial amparo.
Te imploro, Madre mía del Milagro, que no desprecies mis ruegos.
Si cuando no te busqué como pecador, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor?. Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sean mayores que los que han tenido los más penitentes Santos del mundo, me atraiga a Él y me dé a beber de aquella Sangre de su amoroso costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en Él, huyendo del mundo y de mi mismo.
AMÉN.
(Se reza un Credo a Cristo Crucificado)
Oración al Señor del Milagro
Amantísimo Jesús mío, hermosura eterna de la gloria, Tú eres mi Dios crucificado y todo mi bien. Justo Juez y piadoso Padre, no contento tu amor con haber bajado del cielo a la tierra a buscar al pecador; haber derramado tu sangre en el altar de la Cruz y haber instituido el Sacramento Eucarístico de tu Cuerpo y Sangre en la Santa Misa, quisiste venir en tu milagrosa imagen a esta ciudad de Salta, a buscar como Pastor Divino a la oveja perdida.
Cuando más olvidada andaba de tu singular amor, hiciste estremecer la tierra con espantosos terremotos, y revelaste a tu siervo que no cesarían hasta que te sacasen por las calles.
Te suplico, mi Dios crucificado, por tu mansedumbre sosiegues la inquietud de mi espíritu, para que pueda corresponder agradecido, buscándote sólo a Ti, descanso de mi alma y mi único bien.
Si por haberte ofendido temblase mi alma de llegarse a Ti, dale voces desde esa Cruz, diciéndole: "Mira, hijo mío, cuá...
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